Antonio — Manuel Ruiz Correro

Antonio daba cabezadas apoyado en la barra. Al carajillo, vacío, acudían algunas moscas atraídas por su olor pegajoso. Su diminuto perro lo miraba desde abajo, apoyado el hocico en sus patas delanteras. Parecía suplicarle que se fuesen de allí de una vez, que ya era hora de descansar. La madrugada estaba ya bien avanzada y tan solo quedaban en el local un par de tipos que hablaban demasiado alto mientras asentían y bebían instintivamente de sus vasos.

Antonio — Manuel Ruiz Correro

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